por Cristina Alzate
El ánimo en el estudio delata que la recta final de los ocho meses de trabajo que requirió la producción llegó a su fin. Las risas y las bromas abundan, y ni siquiera la estruendosa caída de una de las "paredes" de la cueva, logra alterar la buena disposición. Simplemente todos corren a levantarla lo más rápido posible para que el día siga avanzando.
Una vez finalizada la escena en la caverna, la acción se traslada a la escenografía del dormitorio de Catalina de los Ríos y Lisperguer. Ahí aparece Juan Falcón, vestido de bata azul, pantuflas que le quedan algo chicas y con un tazón de café del que no se despegará por el resto de la jornada en la mano.
En el set hay una veintena de personas y en todo momento las bromas siguen circulando. Un camarógrafo levanta la moción de ir a La Piojera después de terminar de grabar, mientras otro propone algún local en Irarrázaval. Aparece Mauricio Bustos, el director de segunda unidad que está a cargo de la jornada, para ensayar las cinco escenas que restan para cerrar la telenovela.
Casi sin repetir ni equivocarse, las tomas van quedando listas hasta que -pasadas las 12 del día- Di Girólamo exclama ¡Terminé! Acto seguido reparte abrazos y se despide del equipo, retirándose a los camarines en medio de aplausos. El mismo tratamiento recibieron el resto de los actores, que terminaron su trabajo más temprano. Poco menos de media hora después, la última escena está lista y ahí, además de aplausos, aparece la champaña, una tradición de las producciones de Sabatini, que, aunque sea en Chilevisión, se conserva. En el brindis participan todos los miembros del equipo que están en Chilefilms en ese momento.
El martes de esta semana fue el otro cierre de las grabaciones: las de las locaciones en el fundo en Casablanca, donde se construyó el Santiago del siglo XVII que se ve en pantalla. Durante las grabaciones, dos días de cada semana viajaban hasta allá, en buses que partían a las 7 de la mañana desde Santiago, para grabar con intensos calores en verano y lluvias torrenciales en invierno. "Nunca se para de grabar", resume Cecilia Stoltze, productora de La doña, sobre el trabajo. La presencia de una ambulancia y de bomberos también fue lugar común durante la filmación, debido a los riesgos de los efectos especiales con fuego en medio de un bosque, y por las escenas de pelea y a caballo que abundan en la trama. Con todo, no hubo accidentes graves, aunque Di Girólamo cuenta que, poco antes de terminar de grabar, se estrelló con un espino arriba de su caballo, "Colo-Colo". Sólo sufrió un rasguño en la frente. Con el uso del látigo también tuvo cuidado especial, de no golpear a nadie de verdad. La única que finalmente se quejó fue Roxana Campos. "Me dijo que la había moreteado un par de veces, pero no me consta", dice la intérprete de "La Quintrala" entre risas.
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